Que obsoleto y adictivo es el amor,

como el olfatear del lobo,

tocarlo, sentirlo, dejarte y no dejarte,

soñar y despertar al otro día sin tenerlo.

Creer para botarlo en lunas verdes,

sin ojos viscosos, sin flujos danzantes,

que difícil es estar y no estar,

sanarlo de dudas

en el obscuro fondo de su yugular

que lo atormenta con los ojos desparpajados en capas de cuerpos fantasmas.

Que difícil es ceder y atender su presencia inexistente,

colindante, volátil y feroz que me comen los nudillos de mis dedos,

y que rencarnan nada más y nada menos

que en mi propio yo frente al espejo.

Cuando en nómada desisto

del mismo cuerpo atormentado y cansado, pero adictivo,

como feliz e infeliz.

Mis tropiezos se vuelven espejos del pasado

pero en sus ojos viene la lluvia y desfachatez

de un reflejo de junio,

Son de palabras mis cielos de licor

que salivan la angustia macabra de los pedazos de su cuerpo que aun saboreo.

Sombrero mengano, absoluto, incorruptible,

venéreo como la gripe,

tabaco procaz,

absoluto pero entero como carnero,

innecesario en mi patrón,

necesario en mis células

de lunas circundadas y gentiles,

un conjunto de formas

y sublimes narices perfectas

en cielos azules.

 

jun18pdc